Una revolución constante

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Fernando Montaño. Director de Desarrollo de Personas. Cyndea Pharma.

Una revolución constante

19/11/2018
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En un mundo que no deja de transformarse hacia un futuro cada vez más digital, reflexionamos sobre el efecto de la revolución tecnológica en las personas y su entorno laboral, y nos preguntamos sobre las relaciones entre aquellos que han crecido conectados y todos los que actualmente se están enfrentando a un periodo de adaptación que no tiene fecha de caducidad.

Desde hace tiempo venimos escuchando noticias o leyendo artículos sobre el momento de cambio en el que nos encontramos. Digitalización, industria 4.0, y cómo estos nuevos escenarios van a cambiar nuestra sociedad.

En realidad, estamos inmersos en un proceso de cambio continuo, y si comparamos el entorno laboral actual con el que había hace cinco o diez años habrá algunas similitudes pero también muchas diferencias.

Una de esas diferencias es el uso cotidiano y extensivo de la tecnología móvil. El primer “Smartphone”, tal como lo conocemos hoy, se lanzó en 2007 y hoy sin ellos parece que nos falta algo. Los usamos para trabajar, para comunicarnos, para consultar todo tipo de información, y para mostrar al mundo parte de nuestras vidas. Se han convertido en herramientas imprescindibles para el trabajo en todos los ámbitos. Antes era novedad realizar una entrevista utilizando Skype, pero la tecnología ha evolucionado a tanta velocidad que incluso este hábito ha quedado obsoleto dejando paso a la cotidiana aplicación de Whatsapp.

Una de las cosas que han cambiado en estos últimos años no es algo material, son las personas. Nos hemos adaptado casi sin darnos cuenta a toda esta tecnología que nos rodea, y desde mi punto de vista el mayor cambio ha sido la velocidad. Hoy estamos acostumbrados a tener acceso instantáneo a la información, noticias, datos de trabajo… y cada vez más aplicaciones están accesibles en tiempo real en la palma de la mano. Durante estos años, a la vez que se produce esta evolución, comienzan a incorporarse a las compañías las primeras personas que han crecido a la vez que se ha desarrollado toda esta tecnología. Para ellos no existe un “antes”.

Aunque no soy muy partidario de poner etiquetas, hace tiempo que se hablaba de los millenials y resulta que actualmente son la fuerza laboral mayoritaria en muchas compañías, y no sólo son mayoría sino que han adquirido responsabilidad y, después de todo, no nos ha ido tan mal. Si estás leyendo esto es muy probable que tú o tu responsable estéis dentro de esta categoría. Han demostrado tener una gran capacidad de adaptación, se les han nombrado con muchos adjetivos pero como todos, solo han buscado su lugar y poder desarrollar aquello para lo que se estuvieron preparando. Ahora una nueva generación llega y me pregunto cómo vamos a prepararnos para acogerlos en nuestras compañías. ¿Qué vamos a hacer para combinar la expectativa de un resultado inmediato con la expectativa y valor de la experiencia? La tecnología y el entorno nos lleva a una convivencia que no siempre es pacífica.


Los datos de este gráfico no serán muy diferentes de unas compañías farmacéuticas a otras, un sector que se ha caracterizado por un gran crecimiento, personal muy cualificado, y una medida de edad joven.

En ocasiones observo como las personas más jóvenes y recién incorporadas a la compañía tienen una expectativa muy alta sobre el valor que aportan con su trabajo. Han crecido en un entorno en el que mayoría de las veces han podido elegir, lo que también se traslada al entorno de trabajo. Si queremos tener éxito con nuestros equipos es necesario que los líderes o responsables de las diferentes áreas de las compañías sean capaces, y tengan las herramientas, para guiar a los más jóvenes de sus equipos y dejar espacio para que éstos puedan realizar elecciones de valor para ellos en su día a día.

Por otro lado, estos mismos líderes deben poder enriquecerse de la energía y aptitudes de los recién llegados; es una de las mejores formas de mantenerse actualizados. Ahora el conocimiento ya no está en una sola persona que lo atesora, sino que está disponible en muchas ocasiones a un par de clics, y el mayor valor de estas personas es saber cómo utilizar el conocimiento disponible en base a la experiencia. Quizás estamos tan habituados a la velocidad y a la inmediatez que proporciona la tecnología que ya no somos capaces de valorar aspectos como la experiencia no sólo técnica sino vital. Hay compañías que no contratan a personas mayores de treinta años porque consideran que no son capaces de adaptarse a las nuevas necesidades y herramientas de trabajo. Esto en nuestro sector creo que sería impensable, y se perdería una gran oportunidad en el aprovechamiento de recursos económicos y humanos, siendo uno de los sectores que mejor han sabido aprovechar las sinergias que se producen, no sin dificultad y de diferentes formas según cada compañía. Pienso que es necesario contar con personas que aporten diferentes niveles de experiencia, lo que sin duda es más enriquecedor.

La tendencia actual a la digitalización debería dejar más espacio para el análisis y toma de decisiones acertada en los diferentes ámbitos de trabajo de cada compañía, y para esto hace falta una combinación de ideas y energía a la vez que madurez y experiencia. Tener la mente abierta a las nuevas formas de trabajo y estar actualizado por un lado, y valorar el trabajo de las personas más experimentadas por otro.

Creo que tenemos un gran reto por delante en nuestras organizaciones y que tanto los departamentos encargados de las personas, como los representantes de las diferentes áreas tendrán un papel muy importante para conseguir que las personas se sientan valoradas y desarrolladas, a la vez que aportan juntos lo mejor de su trabajo.

En la época del like – don’t like, el cómo me siento en el trabajo ha pasado a tener un papel destacado en el día a día de todas las personas. Averiguar qué gusta y qué no a los miembros de nuestros equipos puede resultar una tarea muy compleja para algunos, y en cambio aquellos que lo consiguen pueden ver como superan objetivos. Aunque parezca algo sencillo, detrás de esto subyacen expectativas y emociones que tanto las personas trabajadoras como aquellas que las lideran deben saber gestionar.

Volvemos a ver cómo el entorno actual acelera nuestras vidas profesionales, lo cual en ocasiones es muy positivo, pero en otras esa velocidad puede volverse en contra si no se realizan las elecciones acertadas. Una carrera profesional es muy larga, y cada vez más, por lo que al igual que en las decisiones de negocio se valoran todas las variables posibles y se pasa por diferentes estados. En la vida profesional una persona podría plantearse hacer un correcto balance entre velocidad y rentabilidad, que no es otro que la experiencia que ganamos para aportar ese valor con nuestro trabajo.

Parece fácil decirlo, pero no es nada sencillo cuando competencias como la resistencia a la frustración no se han puesto en práctica antes del comienzo de la vida laboral. Es algo que he tenido muy presente gracias a una persona que supo transmitírmelo, y que ahora muchos, acostumbrados a la inmediatez que nos rodea, parecemos no recordar o no haberlo puesto en práctica. Para superarnos, a veces primero, necesitamos perder, o repetir algo, o rehacer, o aceptar la crítica constructiva, pero esto no es sencillo cuando el foco está en me gusta o no me gusta, o en la inmediatez y no en el largo plazo.

En alguna presentación para los alumnos de centros de formación especializada en el sector farmacéutico, he preguntado sobre sus intereses para trabajar cuando finalicen la formación, y muchos responden basándose en variables más económicas que por la experiencia o aprendizaje que puedan obtener. Sin embargo, un pequeño porcentaje elige pensando en su desarrollo a largo plazo. Estas personas, sin duda, podrán destacar en su profesión, en la práctica son más flexibles en sus trabajos y se adaptan mejor a los cambios y a la velocidad de la que estamos hablando. Quizá nos falta fomentar más entre todos estas competencias personales, que tan importantes son en un mundo que hace que el conocimiento técnico quede desactualizado más rápido que nunca.

La tecnología está aquí para ayudarnos, en todos los ámbitos, y va a seguir creciendo y aumentando las posibilidades de compañías y personas, y no cabe ninguna duda de que dicha tecnología al final estará al servicio de las personas. Todo lo que hacemos, producimos, y creamos, se hace para el uso final de las personas o los deseos y necesidades de las personas, y, en mayor o menor medida, es necesaria la intervención y trabajo de las personas para conseguirlo. Esto nos va a conducir a que tengamos personas mejor formadas, pues necesariamente realizarán trabajos de mayor valor, pero también más adaptables a nuevas necesidades y tecnologías. No va a resultar fácil a las compañías incorporar a sus plantillas todas las personas que necesitan con el conocimiento exacto que requieren en cada momento. En cambio, será más importante contar con personas con capacidad de aprendizaje que puedan formarse internamente mientras desarrollan su trabajo, y esto deberán hacerlo juntos las compañías y los trabajadores, tanto los recién incorporados al mundo laboral como los más veteranos.

Tenemos un escenario emocionante por delante, con personas jóvenes muy preparadas y acostumbradas a vivir en un entorno digital y en continuo movimiento, que van a trabajar con personas con valores más tradicionales o estables. De esta interacción, todos podrían aprender y beneficiarse, no nos engañemos, vivimos en un mundo físico rodeado de otro digital. Lo que va a marcar la diferencia entre unas personas y otras será la adaptación, el conocimiento de las herramientas necesarias para trabajar y el uso que hagamos de ellas. Aquellos que se sepan introducir en el mundo de los otros tendrán la llave para liderar el futuro

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