Formación, virus y las personas

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Sebas Morelli Jaimez. Profesional freelance, Consultor de Desarrollo Competencial y Formador Experto en Atención al Cliente, Habilidades Directivas y Ventas.

Formación, virus y las personas

04/5/2020
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En la era de la transformación digital, un virus nos pone en jaque y nos recuerda que las personas tenemos cosas para decir aún y, sin ponernos nostálgicos, los formadores tenemos la enorme responsabilidad de aportar a su desarrollo en las organizaciones. El coronavirus pasará y debemos repensar una educación más rica en valores.

¿Qué tienen que ver la formación, el coronavirus y las personas? Cuando hablamos de formación, no debemos olvidar que los profesionales que nos dedicamos a esta tarea, más allá de lo técnico que pueda tener un producto o servicio, debemos focalizarnos en el desarrollo de los participantes como personas y su relación con el fin para el cual se realiza la acción formativa. Los objetivos siempre deben estar orientados a desarrollar a las personas que, finalmente, serán las que, desde la motivación y el compromiso, traduzcan su saber hacer en la productividad necesaria para el funcionamiento de una organización.

Vivimos una situación excepcional. 2020 será sinónimo de coronavirus. Esta crisis pasará dejando un lastre difícil de contemplar por mucho que se teorice. Estamos ante un verdadero Cisne Negro y de proporciones mundiales. Así como la transformación digital que estamos viviendo, desde hace un par de décadas, nos está obligando a la constante actualización y adaptación, esta pandemia acorta vertiginosamente los tiempos para encontrar respuestas; en lo personal, en lo social y en lo laboral. Es un gran reto para la humanidad. Es el tiempo que nos toca vivir.

Llegar a una determinada edad y con una acumulada experiencia ha sido siempre sinónimo de respeto, conocimiento y sabiduría. Cuando hay que tomar decisiones, escuchar o gestionar, las voces de la experiencia son requeridas. Ha sido siempre así y seguirá siendo pero con una matización que la tecnología y la neurociencia nos están obligando a asumir: la continua formación. Hay nuevas formas de gestionar porque hay nuevos conocimientos que aplicar.

Dentro de las empresas, y quienes la componen, están casi obligados a renovarse constantemente. Las formas de entender las relaciones personales en tiempos de cambios son complejas y cómo se hacen negocios también. La relación con los clientes cada vez tiene más aristas. Conocer el producto, el servicio, nuestros colaboradores es sencillamente imprescindible. Tener empleados motivados y comprometidos es una cuestión indiscutible.

Todo esto debe estar planificado e incluido en la formación que cada empresa debe comprometerse a dar a sus empleados. Esta fase es fundamental para ser competitivos y tener (o retener) a los mejores. Como empresa puedes asumirlo y ponerlo en práctica. Como empleado o colaborador también. Esta puede ser parte de la diferencia entre mejorar o quedarse estancado y no acceder a mejores oportunidades de desarrollo profesional. Cada uno elige. Formarse o conformarse. Invertir o no.

Llegados a este punto, me gustaría incluir a la creatividad. Todos somos creativos. Desde niños. Ocurre que la vida adulta nos limita. Las excusas nos limitan. La creatividad es cambio. Es esfuerzo. Es trabajo. Es leer. Estar informados. Es jugar. Es permitirse el error; la equivocación. Es construir algo para mejorar lo existente. Es dejar salir lo viejo para que entre lo nuevo. Es conflicto. Es aplicar ideas de un sitio y usarlas en otro distinto. Cada uno de nosotros es único y con experiencias únicas. Es darse permiso para ser.

Hay que atreverse a imaginar un mundo que aún no conocemos (el que vendrá) y pasar a la acción. La creatividad es asumir riesgos. Provocar nuevas ideas; pensar en algo que no existe. La evolución humana no se entiende sin haber pensado en otras opciones; sin permitir que jueguen las emociones y enfrentarlas. Sean del tono o color que sean. Debemos salir de esa zona de confort donde no hay resistencia. La resistencia es contraria a la creatividad.

En muchas ocasiones, durante mis formaciones, cuando se plantean temas de creatividad (no olvidemos que un líder debe ser creativo; un vendedor debe innovar; la atención al cliente requiere buscar nuevas respuestas de forma constante), siempre pregunto: ¿qué estáis dispuestos a cambiar? ¿Qué estáis dispuestos a arriesgar o sacrificar? En la gran mayoría de los casos, la respuesta es: “¡Es muy sencillo decirlo…!” y, a partir de ahí, comienzan las excusas…

La creatividad está reñida con las creencias limitantes. Primero hay que descubrirlas. Luego, coquetear con la incertidumbre de no saber a qué te enfrentas y asumir errores y equivocaciones. Buscar los límites. Esos límites que nos pueden llevar a un miedo social innato: el fracaso. Nos han enseñado que no podemos fracasar y, por ello, tendemos a evitarlo, sin saber que condicionamos nuestra creatividad. Nuestro crecimiento. Nuestra evolución.

Desde que Daniel Goleman introdujera el término “Inteligencia emocional”, buscamos darle mucha importancia al placer interno. En lo profesional y lo personal. La conjugación de estos conceptos, llevados a la práctica, busca encontrar un equilibrio, en estos nuevos tiempos, sobre como vivir una vida más digna, más plena, más vital.

¿Y el esfuerzo? Cuando hablamos de inteligencia emocional (autoconsciencia, autoconocimiento, escucha activa, saber observar, empatía o asertividad) hay que tener cuidado con el mensaje que se transmite. Entrenar nuestro cerebro es clave, pero el esfuerzo y la voluntad (aquello que tanto nos transmitieron nuestros abuelos y padres) son claves en cualquier proyecto. Si no tenemos capacidad de esfuerzo, fuerza de voluntad ni espíritu de sacrificio, podemos quedar a expensas de nuestro entorno y no a lo que realmente deseemos.

También se pueden adquirir estas capacidades y hay que transmitirlas. Hay que aprender a esforzarse e integrarlo con el disfrute. Si logramos fusionar esos dos valores, en todos los ámbitos, tendremos un potencial increíble para seguir aprendiendo y desarrollándonos.

Entonces, ¿cómo será el mundo cuando volvamos a una cierta normalidad? Seguramente que más evolucionados desde lo tecnológico (la transformación digital es imparable). No cabe duda que más sabios, gracias a una crisis de características excepcionales. Más orientados a desarrollar personas.

El coronavirus nos legará un gran aprendizaje; como en muchos casos, unos aprenderán y serán proactivos; otros, estarán a la expectativa de ver qué ocurre (reactivos). En ambos casos, la formación y la consultoría, deben estar al servicio de las personas. Haciendo foco en el valor agregado que cada uno, más allá de un producto o servicio, tenemos la oportunidad (más que nunca) de mostrar y desarrollar nuestras cualidades. Con creatividad, dinámica, compromiso y sentido de pertenencia. En búsqueda de nuestro liderazgo personal y, sobre todo, basado en valores o, como me gusta matizar, aprendiendo a aplicar la inteligencia emocional con orientación a resultados.

Mi tarea como formador y consultor es colaborar en estos complejos tiempos de crisis. Estaré allí para aportar mi saber hacer e ilusión. Estaré allí para sentirme orgulloso de guiar a nuestros equipos de trabajo y de cada uno de nuestros colaboradores en esta apasionante aventura de desarrollar personas. ¡Vamos, juntos, a por este gran reto!

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