Construye una cultura de confianza

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Rafa Cordón. Consultor ejecutivo, autor, conferenciante y socio fundador de BIOUP.

Construye una cultura de confianza

07/11/2022
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Regulador del clima y los resultados en las organizaciones.

Elena se encontraba sola en su despacho. El día se oscurecía por minutos, una masa de nubes grises avanzaba desde el horizonte amenazando con descargar una fuerte tormenta. Hipnotizada, de pié, miraba desde un enorme ventanal el denso tráfico de la mañana como un río imparable.

Era su primer día en aquel edificio, en aquel país, con aquellas personas que no había visto nunca. La acababan de nombrar directora general de Suecia para una importante empresa biofarmacéutica. Había llegado hasta allí después de muchos años de estudio y esfuerzo personal. Era el momento, su momento. En una sala contigua la esperaban los nueve miembros de su comité de dirección.

Elena seguía sentada en el borde de su mesa, junto al ventanal, ansiando comenzar esta nueva etapa de su vida, pero su cuerpo le indicaba lo contrario, la cabeza baja, los hombros encogidos, las manos juntas, apretadas sobre su regazo, mientras el tronco y sus pies se dirigían en dirección contraria a la sala de juntas. Debía reunirse con su equipo, pero una extraña fuerza la mantenía inmóvil, fruto de las dudas, de una inseguridad que no había sentido nunca. ¿Cómo me acogerán? ¿Estaré a la altura? ¿Tomaré las decisiones adecuadas? ¿Estoy preparada para afrontar esta responsabilidad?

Mentalmente se repetía una y otra vez: «has trabajado duro para llegar hasta aquí, claro que estás preparada». Sin embargo, no encontraba la confianza para dar ese primer paso hacia la puerta donde se encontraría con su nuevo equipo. Recordó los ejercicios de respiración que había practicado en sus clases de defensa personal. Se concentró en ellos, y poco a poco comenzó a sentir una suave energía que la inundaba. Decidió levantar la cabeza, enderezar su espalda y conscientemente girarse hacia la puerta que debía cruzar. Por último, comenzó a mover la mandíbula y a realizar pequeños ejercicios para calentar su voz, no quería que sus primeras palabras se oyeran débiles. Caminó con pasos firmes hasta la puerta que le abriría un nuevo episodio de su vida. Con la mano apoyada sobre el pomo imaginó su amplia sonrisa como respuesta a los gestos amables y acogedores que recibiría al verla entrar. La manivela cedió y ella dio un paso al frente, con la energía y entusiasmo que había imaginado.

Confianza personal
Todos podemos trasladar este pequeño relato a cualquier episodio de nuestra vida personal o profesional donde hemos sentido que nos faltaba la confianza suficiente para afrontar un nuevo reto. «Soy capaz, puedo hacerlo», nos dice la voz interior que nos anima a superar nuestros límites para alcanzar lo que nos proponemos. Pero, a veces, esa voz se debilita y nos hace perder la confianza. Sin preparación y esfuerzo, hay pocas posibilidades de superarlos, pero sin confianza es imposible.

¿Qué significa tener confianza en uno mismo? y, sobre todo, ¿cómo se consigue?

El deportista que antes de una competición pierde su confianza tiene muchas posibilidades de ser derrotado, incluso si acumula una gran calidad física y técnica. El candidato que se presenta a una entrevista de trabajo con un excelente currículum tiene pocas opciones de conseguir el puesto si muestra un bajo nivel de confianza en sí mismo. El líder que tiene un gran plan que comunicar a su equipo fracasará si no transmite confianza en su éxito. Pero no solo está presente en los grandes momentos de nuestra vida: cada día damos pequeños pasos y tomamos decisiones que están moduladas por el nivel de confianza personal que sentimos en ese instante.

La confianza determina tu capacidad para creer que serás capaz de actuar como esperas ante una situación concreta. Siempre está ligada a las expectativas en el resultado futuro de un comportamiento y refleja la seguridad que mostramos para gestionar la incertidumbre a la que nos enfrentamos. Con frecuencia aparecen dudas frente a un nuevo reto, y nuestro organismo las interpreta como amenazas. Esto desencadena una reacción de estrés, igual que hace millones de años, cuando esa respuesta fisiológica suponía la diferencia entre vivir o morir. Dependiendo de la intensidad y frecuencia con que percibamos esas amenazas (sean reales o imaginadas), seremos víctimas de su impacto en nuestra salud física y emocional.

BIOCOMUNICACIÓN: Si tu cuerpo dice ¡VAMOS! tu mente dice ¡Voy!
Con frecuencia, pensamos en la confianza como una emoción invisible que se genera solo en la mente. Sin embargo, olvidamos que siempre está vinculada a una acción que realizamos o expresamos con nuestro cuerpo, y que esa experiencia física y visible refuerza que seremos capaces de conseguir lo que nos propongamos. En los últimos años, diversas investigaciones científicas han ido más allá, para confirmar cómo el cuerpo activa señales fisiológicas que influyen en nuestras emociones y en la confianza que sentimos y transmitimos.

Nadie cuestiona que nuestros pensamientos y emociones tienen reflejo en todo nuestro organismo, y de forma visible en: nuestra respiración, postura, gestos, movimientos o, en el uso que le damos a la voz. Pero pocas veces somos conscientes de que todas ellas también influyen en nuestro estado de ánimo y en la dirección de nuestra mente.

Cuerpo y mente mantienen un diálogo permantente en las dos direcciones, a través de una interface biológica que nuestra naturaleza ha perfeccionado durante millones de años y en la que intervienen múltiples hormonas, neurotransmisores y reacciones químicas. Se trata del lenguaje más primitivo del ser humano, silencioso, eficiente y de enorme impacto en nuestra confianza y en cómo la perciben los que nos rodean: el lenguaje de la BIOCOMUNICACIÓN.

El líder exponencial impulsa la cultura de confianza
Vivimos la época de mayores avances y de cambios en la historia de la humanidad, con resultados muy positivos para nuestra calidad y expectativa de vida. Paradójicamente, esos mismos cambios provocan incertidumbre y minan nuestra confianza al generar dudas sobre cómo actuar frente a situaciones desconocidas o inesperadas. La velocidad y dimensión del cambio en las últimas cuatro décadas han provocado en el ser humano un impacto superior al vivido en los últimos cuatro siglos, y en los próximos años entraremos en un proceso exponencial de este fenómeno. La automatización, la Inteligencia Artificial, la nube, la conectividad de las cosas son solo algunos de los ejemplos que modificarán nuestra forma de vivir en sociedad.

Este desajuste entre la velocidad del cambio y la capacidad del ser humano para asimilarlo es una de las principales causas de la pérdida de confianza y aumento del estrés, origen y acelerador de múltiples patologías físicas y mentales. Pero no solo genera incertidumbre el uso de las nuevas tecnologías, sino también múltiples circunstancias sociales y personales, como la pérdida de un ser querido, una enfermedad, una actitud déspota de un superior, no tener clara nuestra función en una organización, o quedarnos sin trabajo. Todas son experiencias vitales que modifican cómo nos relacionamos con nuestro entorno y nos exigen reaccionar ante lo desconocido.

Necesitamos adaptarnos a vivir en la incertidumbre, en medio del cambio constante, especialmente en un mundo laboral, donde muchas profesiones actuales ya no existirán dentro de diez o quince años tal como las conocemos y donde, en ocasiones, adaptarse es llegar tarde a un lugar que otros ya habrán abandonado.

Hoy, pocos discuten que las estructuras organizativas necesitan impulsar:

1. La delegación de decisiones ágiles a diferentes niveles.
2. El liderazgo de proyectos entre equipos multidisciplinares para resolver retos complejos con rapidez.
3. Una definición clara y compartida del propósito empresarial y social de la organización.

Para que el engranaje de estas tres piezas funcione, se hace imprescindible engrasarlas mediante una CULTURA DE CONFIANZA individual y colectiva, que facilite la comunicación transparente, una colaboración generosa y la toma de decisión en un ambiente sereno, lejos de intereses individuales, crispación y revanchas.

¿Es posible crear una cultura de confianza, en las organizaciones, en un entorno de incertidumbre y cambio? Depende exclusivamente de la calidad humana de sus líderes y de la capacidad que muestren para encender la mecha de la confianza contagiando a toda la organización, al mismo tiempo que diseñan y coordinan estructuras flexibles, que reaccionan con agilidad para dar respuestas adecuadas en cada momento.

Daniel Goleman, padre de la Inteligencia Emocional, afirma que las emociones se contagian con la misma eficacia con que se contagia un virus. Más de una vez habrás comprobado que la risa es contagiosa. ¿Imaginas la reacción exponencial que puede generar un líder capaz de contagiar el virus de la confianza?

Una empresa funciona como un ser vivo, con sus respectivos órganos vitales (dirección, finanzas, legal), sistema musculoesquelético (ventas, marketing y operaciones), vasos sanguíneos y sistema nervioso periférico (administración, control de gestión). Para sobrevivir, nuestro organismo toma continuamente decisiones autónomas a diferentes niveles, y solo en determinadas situaciones interviene la corteza cerebral para razonar una decisión concreta, pero siempre con la información recogida desde diferentes niveles, previamente evaluada por otras áreas del cerebro.

El cuerpo humano está en proceso continuo de renovación celular, sometido a una actividad frenética, que exige decisiones tanto centrales como periféricas. ¿Imaginas qué pasaría si cada vez que vamos a dar un paso o abrir una puerta, tuviera que intervenir la corteza cerebral, responsable de las decisiones conscientes? Entraría en estado de saturación, y su actividad se bloquearía. ¿Crees que podemos renunciar al corazón o los pulmones? ¿Qué ocurre cuando uno de estos comienza a fallar? La fisiología del ser humano es un ejemplo de delegación de funciones, de coordinación entre órganos y de toma de decisiones rápidas para responder con eficiencia a los cambios que se producen en nuestro entorno. Y todo bajo un propósito común que no ha cambiado desde hace millones de años: sobrevivir y evolucionar.

La falta de confianza provoca: pérdida de tiempo, malas decisiones, burocracia, errores, malentendidos, manipulación, información mal gestionada, falta de creatividad, y otras múltiples deficiencias que ejercen influencia directa sobre la productividad, la reducción de costes y los resultados.

La cultura de confianza dentro de una organización, está ligada a las expectativas que tienen los individuos y los equipos en el resultado futuro que producen sus comportamientos y decisiones, reflejo de la seguridad que muestran para enfrentarse a la incertidumbre.

Los líderes son responsables de cómo perciben las personas esas expectativas, de cuidar el uso de la palabra, pero especialmente de alinear su estilo y sus canales de Biocomunicación para sentir y contagiar confianza, tomando consciencia del enorme impacto que provoca en el clima y en los resultados de la organización. Deben asegurar que esto sucede como una reacción en cadena capaz de alcanzar hasta el último de sus miembros, poner atención al funcionamiento de cada órgano/departamento, estimular y comprobar que las vías de comunicación entre estos discurren con fluidez y asegurar que todos los individuos comparten un propósito empresarial y social claro, que vertebra cualquier acción y decisión.

También son responsables de detectar si aparece alguna patología, o incluso algún tumor, y tomar a tiempo las decisiones terapéuticas o quirúrgicas adecuadas. Son los máximos responsables para proteger la supervivencia de la organización y de impulsar las líneas estratégicas para su crecimiento.

Cuando lideras un equipo (sin importar de qué tipo de empresa o institución se trate), tu Biocomunicación transmite mensajes que son observados sin descanso. Puedes parar de hablar y guardar silencio en una reunión (por cierto, a menudo aconsejable), pero tu cuerpo seguirá́ enviando mensajes en todo momento. Tu sonrisa, tu expresión de enfado, tu tono de voz, tus gestos y movimiento, incluso tu pasividad o indiferencia, influyen en el clima del grupo que diriges. Desde que entras por la puerta, todas tus emociones están siendo interpretadas por el inconsciente de los que te rodean: «Hoy viene de mal humor», «Tiene los cables cruzados», «Algo bueno pasa». Los miembros de tu equipo hacen continuamente estas reflexiones, en gran parte solo por tu modelo de Biocomunicación, incluso antes de que hayas pronunciado una sola palabra. Entender este fenómeno y gestionarlo es una responsabilidad de todos los que alguna vez tienen que liderar personas. Es pocas veces valorado y nunca entrenado, pero tiene un alto impacto en la productividad y resultados de la empresa.

Igual que las ondas que se forman cuando lanzas una piedra al agua, el líder debe comprender que a su alrededor va dejando ondas exponenciales que influyen en el estado de ánimo de su equipo más cercano, y que en cascada se transmitirán hasta el último componente de la organización. 

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